Javier Calvo, «El fantasma en el libro» y la traducción

La pasada Feria del Libro 2016 me compré El fantasma en el libro, obra de Javier Calvo. Hace unos meses supe de su existencia y me llamó mucho la atención, así que me pareció la ocasión perfecta para llevármelo a casa.

Lo quería porque estoy empezando en el mundo de la traducción literaria (quizá, de momento, más que literaria, editorial) y, tras investigar un poco, descubrí que Javier Calvo era una especie de eminencia en la traducción literaria contemporánea, así que raro iba a ser que no aprendiera.

 

He de confesar, por contradictorio que parezca, que cada vez leo menos —supongo que no soy la única y que es «normal» teniendo en cuenta que nos pasamos el día rodeados de textos—; pero El fantasma en el libro me lo he terminado bastante rápido, y realmente he aprendido cosas sobre la profesión nuevas para mí, sobre todo en lo relativo a la historia de la traducción.

 

Yo no estudié Traducción e Interpretación, sino Filología Inglesa —aunque siempre me interesó más la parte lingüística que la literaria—, y, todo hay que decirlo, tampoco me he molestado nunca en investigar por mi cuenta sobre el pasado de la traducción. Así que los pasajes en los que se habla de ello, si bien se me hicieron densos en algún momento debido a que nunca fui demasiado docta en nada, me parecieron realmente interesantes.

 

Pero no solo he aprendido: también me he sentido identificada con muchas ideas de las que exponía Calvo en sus páginas, cosas que no todo el mundo puede entender, y no por necios, sino por desconocimiento de la profesión. 

También suele decirse que la traducción es una gran desconocida. Es verdad y no es verdad. Vivimos, más que en ningún otro momento de la historia de la humanidad, en un mundo de traducciones, literalmente rodeados de ellas. En el trabajo, en el cine, en internet, en la publicidad, por la calle. Hemos aprendido a no verlas, pero nuestra relación con ellas es muy íntima. Por otra parte, tampoco creo que el ciudadano medio sepa menos sobre traducción que sobre fontanería o programación informática.

 

El fantasma en el libro (p. 9)


No obstante, con otras me he sentido menos identificada. Por ejemplo, yo no me veo como escritora. Es curioso, esto, porque prefiero —ya no solo prefiero, sino que realmente creo que soy mejor en ello— mil veces más la traducción creativa, hecho que, por otro lado, quizá no esté en línea con mi visión de la traducción como una especie de rompecabezas maleable, algo incluso «matemático», donde todas las piezas, dentro de lo posible, han de encajar para formar un puzle que, si bien cada uno conforma de una manera —pues no hay estilo igual—, acaba dando como resultado una pieza coherente. Como me dije un día a mí misma, «traducir es como hacer un puzle: a veces te partes la cabeza buscando una ficha, pero, cuando por fin la encuentras, todo es bonito».

 

En cualquier caso, El fantasma en el libro me ha resultado una lectura amena y enriquecedora, y me hubiera gustado darle las gracias personalmente a Javier Calvo, pero me ha sido imposible dar con una forma de contactar con él. Es por eso que he decidido dedicarle estas líneas, con la esperanza de que algún día sus ojos lleguen hasta ellas.

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